viernes, 27 de mayo de 2011

Hoy.

Hoy, como otros muchos días, me siento una extraña entre la masa de gente que me rodea. Cada acto, cada palabra y cada gesto que observo me provocan asco y repulsión hacia toda la sociedad en general. También hacia mi misma. Porque yo también estoy inserta en ella y me someto a sus pautas y caprichos, por mucho que me duela aceptarlo.

Hoy, como otros muchos días, me siento sola. No encuentro nada ni a nadie para deshacerme de todos los sentimientos contradictorios que arrastro desde que me levanté por la mañana. No me siento identificada con ninguna persona, no me siento perteneciente a ningún grupo, no sé quién podrá comprenderme, puesto que ni yo misma lo hago.

Hoy, como otros muchos días, tengo ganas de gritarle al mundo lo asqueroso que es. De volverme grande, muy grande, enorme, levantar mi pierna gigantesca y pisotearlo hasta la saciedad. De reconstruírlo a mi antojo a partir de sus restos, volverlo a pisotear y volverlo a reconstruír de otro modo distinto.

Pero hoy, a diferencia de otros muchos días, no me importa en absoluto sentirme así. Pese a la desesperanza que me acompaña, me siento contenta conmigo misma: veo las caras de la gente al pasar, sonrío para mis adentros y pienso que, mientras la mayoría de ellos aceptan un modo de vida que les ha sido fabricado de antemano, yo mando a tomar por culo toda clase de dogmas y fabrico el mío a mi gusto (dentro de lo que me permite la sociedad, claro).

Además, mañana será otro día. Cuando me levante de la cama, seguramente la crisis existencial se haya conviertido en una oleada de energía positiva. Y hoy, como otros muchos días, se convertirá en un simple y efímero ayer.

viernes, 13 de mayo de 2011

Simplemente por decir algo.

Hace mucho que no escribo. Leo mi propio blog una o dos veces al día, me quedo pensativa y me entran unas ganas enormes de crear una nueva entrada. Pero entonces se me ocurre que no sé sobre qué hablar y, además, no me apetece esforzarme demasiado pensando, escribiendo, releyendo y después puliendo un nuevo texto.

Cierro el blog, me voy a hacer mis cuatro tonterías diarias y me consuelo a mi misma, prometiéndome que no volveré a dejar que mi pereza domine mis ganas de gritarle al mundo lo que llevo dentro. En fin, como ya decía Friedrich Nietzsche, "tienes que tener muy buena memoria para poder cumplir todas tus promesas". Por lo menos, sé que yo la tengo. Pero me da la impresión de que a Nietzsche se le olvidó mencionar otro requisito imprescindible: también tienes que ser trabajador y, si no lo eres, por lo menos tener fuerza de voluntad para obligarte a serlo.

Se ve que yo no poseo ninguna de esas dos cualidades. Debería jugar a la tómbola un día de estos, a ver si me toca una de ellas...