sábado, 19 de febrero de 2011

Utopía.

Constantemente sueño con un mundo diferente. Un mundo verde, limpio, fresco y puro, en el que los humanos no ocupamos más espacio del que nos corresponde. Un mundo en el que no dañamos a los demás seres vivos más de lo que nos corresponde. Un mundo en el que no alteramos el medio ambiente más de lo que nos corresponde.

Un mundo donde nadie es más que nadie y por eso todos tenemos lo mismo. Los mismos derechos. Las mismas obligaciones. Los mismos bienes materiales. El mismo acceso a una formación y educación dignas que nos ayuden a elaborar nuestros propios bienes interiores, ésos que no se ven a simple vista y a los que tan poca gente tiene aprecio en el caprichoso mundo real.

Un mundo donde ninguna persona ha gozado nunca de más poder que los otros, y, por ello, tampoco ansía más. Donde no dependemos de alguien que nos diga qué hacer, cómo y cuándo, porque simplemente no lo necesitamos. Nadie toma más de lo que necesita y todos colaboran con todos para mejorar tanto su calidad de vida como la de quienes están alrededor. Un mundo donde la solidaridad, el respeto y la empatía son innatas en el hombre; mientras el egocentrismo, el desprecio y la avaricia no encuentran un hueco por el que colarse.

Un mundo en el cual la gente aspira al conocimiento. A la verdad, si es que esta existe. A la paz permanente. A todo aquello que les da fuerza y ganas de seguir viviendo. Un mundo donde las cosas abstractas han vencido la guerra frente a las superficiales. Donde nadie juzga a nadie sin conocerlo, donde todas las personas analizan detalladamente el interior de los demás y tratan de comprenderlos, respetarlos y ayudarlos. Donde, si haces algo que perjudica a otros, no puedes sentirte satisfecho pese a los beneficios obtenidos, porque éstos son beneficios contaminados.

Ah, mis sueños son tan grandes... y yo, tan pequeña...

lunes, 14 de febrero de 2011

Disfruta del día hasta que un imbécil te lo arruine.

Tras una hora escribiendo, sale de su examen de Historia, mosqueada porque no ha tenido todo el tiempo que le hubiera gustado (como siempre), pero en general bastante contenta. Sobre todo porque se lo ha quitado de encima, que es lo que importa ahora, y le espera una semana tranquila.

Llega a su casa. Come (un día más, no hay judías con patatas, su comida más aborrecida... sabe que algún día llegará el temido momento, pero por ahora no debe preocuparse). Habla con su familia. Se marcha a su clase de inglés y, para qué mentir, no hace nada aparte de reírse con sus compañeros.

Acaba la clase. Sale al exterior: nubarrones sombríos, frío helador y viento cortante. Vuelve a entrar y se acurruca junto al radiador, dispuesta a pasarse la próxima hora leyendo a Nietzsche.

Hasta aquí, podríamos deducir que fue un buen día bueno... Incluso muy bueno. ¿No? Pero claro, como bien dijo Woody Allen,"disfruta el día hasta que un imbécil te lo arruine".

Uno, o varios, en mi caso. Porque, vamos a ver, ¿a quién cojones (y perdonad la palabrota... bueno, no, en realidad le da énfasis a mi pregunta) se le ocurre poner una puerta por la que pasan 10 personas cada minuto al lado del rincón ideal para leer cómodamente un libro?
Y diréis: si una puerta no es algo tan molesto, mujer.
Sí, tenéis toda la razón. Una puerta no lo es. ESA puerta, sí. Resulta que es de las que no tienen pomo ni nada y no se enganchan al marco (disculpad mi pobre e inexacta definición, pero no soy ninguna experta en puertología). ¿Consecuencia? Cuando algún gilipollas una persona la abre y, acto seguido, pasa, sin preocuparse de ponerla cuidadosamente en su posición original, la puerta regresa a ésta rápidamente. Y al llegar... no se oye un simple ¡BUM! como en las puertas habituales, ¡qué va!, al no tener marco, los ¡BUM!, ¡BUM!, ¡BUM! se suceden de forma enloquecedora.

Al parecer, la presencia de una callada adolescente bajo la estufa, devanándose los sesos para entender al menos una cuarta parte de lo relatado por el fascinante Nietzsche, no es suficiente para que la gente dedique tan sólo tres segundos de su tiempo a evitar que una puerta bata.

¿Gracias?

miércoles, 2 de febrero de 2011

Ironía.

Nadia: Adiós, me voy al instituto.

Mamá: ¡Estudia mucho!

Abuela: ¡Pásalo bien!