martes, 25 de enero de 2011

Sus 14.

Querido Antón:



Hoy, hermanito mío, cumples 14 años. Solo eres un día más viejo que ayer y, hasta donde he podido comprobar, sigues siendo la misma persona. Así que en realidad no debería significar gran cosa, aparte de tener un día lleno de dulces y regalos, que celebres tus 14.

Pero para mi significa mucho, ¿sabes? En un futuo dejarás de ser el niño que eres. Y ese futuro lo veo mucho más cercano ahora que sumas 14 años y no 13. Cuestión de cifras.

No me asusta que crezcas. Eso no. Lo que me asusta es el hecho de que, cuando lo hagas, ya no dependerás en absoluto de mi. Dejarás de tener esa imagen idealizada y maravillosa de tu inconformista y alocada hermana. Cesarás de ser ese compañero alegre y dispuesto con el que podía contar para llevar a cabo cualquier plan maquiavélico que se me antojara. Y pararás de perdonar tan sencillamente todas mis fechorías.
Como siempre hacía aquel niño que, poco a poco y ante mis propias narices, se está haciendo mayor.

Ahora es cuando me doy cuenta del gran regalo que fuiste para mi. Eres una persona bondadosa, fiel, justa y leal. Eres inteligente y piensas... que, aunque no te lo creas, muy pocos lo hacen hoy en día. Tienes una gran capacidad crítica, en parte gracias a mi, que te la he inculcado durante todo este tiempo (sé que está feo que yo lo diga... pero me importa un carajo, la verdad). También eres muy trabajador, virtud valiosísima y de la cual yo carezco por completo.

Hemos pasado 14 años juntos durante los cuales mi loca imaginación llenó tu inocente cabecita de juegos tan estrambóticos como divertidos. Sí, nos lo pasamos muy bien juntos, tú y yo. Dos compañeros inseparables. Y, aunque haya nacido con la tuerquita del mecanismo cerebral correspondiente a decir "te quiero" atrofiada, creo que hoy haré una excepción.

Oh-oh... ¿Acabo de escribir yo eso? En cualquier caso... Feliz cumpleaños.


viernes, 21 de enero de 2011

Viernes.



Hoy es el día de decir adiós a la agotadora rutina que tengo impuesta.
Adiós a la tortura de levantarse a las siete y media.
Adiós a esas caras de vida perfecta fingida que tanto detesto.
Adiós a estar continuamente luchando contra los deseos que tiene mi caprichosa imaginación por darse rienda suelta durante las clases que más me interesan.
Y adiós, también, a pasarme cada simple minuto el día deseando que llegue el viernes.

Hola, placeres. La señorita No Hacer Nada se encuentra libre de obstáculos durante 48 fantásticas horas.

Y sí, conciencia, ya sé que tengo examen la semana que viene. PERO ESTE NO ES EL MALDITO MOMENTO PARA RECORDARLO, ¿vale?

domingo, 16 de enero de 2011

Mi madre VS Niños ingeniosos.

[Escena: Coche familiar. Mis padres sentados cómodamente delante; mi hermano, Marta, Javi (hijos de una amiga de mi madre) y yo apretujados detrás.]

Mi madre: Bueno, Marta, ¿qué tal las clases de hípica?

Marta (poniendo la típica cara que ponen los niños ante estas típicas y aburridas preguntas de adultos): Bien.

Mi madre (desesperación absoluta por sacar conversación): ¿La pista es redonda? ¿Das muchas vueltas?

Marta: No... es cuadrada.

Mi madre: Ah... ¿y te caes mucho al suelo?

Marta (haciendo gala de la lógica aplastante con la que a menudo te sorprenden los críos): Pues no. Es que acabas yendo hacia donde mires, ¿sabes? Si miras al suelo, te caes, pero si miras hacia delante, avanzas. Como la vida misma.

Período de un breve silencio durante el cual todos reflexionamos acerca de este gran razonamiento.

Javi: ¡Ah! ¿Y si miras hacia un avión ultrapotente que esté atravesando el cielo, apareces encima?